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Escuelas de valores y liderazgo

Jordi Lorente Servitja
Maestro de Primaria y Pedagogo
Presidente del CAE-Formació i Serveis Socioculturals
Profesor del Ciclo Formativo de Grado Superior de «Animación Sociocultural y Turística”

“Hace falta valor, ven a la escuela de calor”
Radio Futura (1984)

No nos detendremos mucho en abrir debates sobre si los líderes nacen o se hacen. En estos momentos, la decodificación del genoma humano no ha identificado el «cromosoma del liderazgo», por lo tanto, debe ser el entorno, debe ser el medio, el que propicia estos efectos. ¿O es que alguien que piense en alguna determinada Casa Real puede concluir lo contrario? Sea como sea, sin duda, las experiencias vividas y los entornos frecuentados desempeñan un papel importante en ese rol que llamamos «líder».

Para rematarlo, solo nos remitiremos a los autores del estudio sobre «Les fonts del lideratge social» (CANTÓ, N; CASTIÑEIRA, A; FONT, A), publicado en 2009 bajo los auspicios de la Fundació Bofill. En este estudio, basado en 25 entrevistas a personas percibidas como líderes sociales dentro del ámbito catalán, se concluye que el aspecto más relevante para comenzar a asumir conciencia social es el de los «valores vividos», es decir, la inmersión de las personas en acciones o ejemplos vitales que configurarán su manera de situarse en el mundo. (“Les fonts del Lideratge social”, pàg. 121)

Antes, sin embargo, de seguir refiriéndonos a dónde y cómo se pueden favorecer los liderazgos, permítanos comentar que desde nuestra perspectiva para abordar esta temática, no podemos mencionar el binomio «Liderazgo-valores» sin especificar primero los tipos de valores que definimos. Es evidente que todo liderazgo tiene valores asociados. En consecuencia, lo que necesitamos es definir un marco que nos permita ver cuál es nuestro posicionamiento frente a lo que valoramos. Es un buen ejercicio señalar que la consideración del liderazgo «ético» ha sido promovida por documentos como la «Declaración Universal de los Derechos Humanos» o, para citar uno más reciente, lo que llaman «ODS», los Objetivos de Desarrollo Sostenible, dentro de la llamada «Agenda 2030» de la misma ONU. Con esta base, ya podemos empezar a hablar del lugar donde pueden surgir liderazgos con estos valores, valores asociados a algo «social y comunitario».

Bien, una vez asentadas estas dos premisas, adentrémonos en la pregunta y objetivo principal de este artículo: ¿existen escuelas de liderazgo «ético» y valores?

¿Hay escuelas de liderazgo ético y valores?

Perdónenos el toque «hype» que le daremos, pero la respuesta solo puede ser afirmativa después de haber señalado la importancia de los valores y experiencias vividas. Nuestro entorno más cercano está lleno de organizaciones facilitadoras de «liderazgo ético en y con valores sociales». Tanto instituciones formales como no formales pueden ser facilitadoras de este bagaje. Pensemos, por ejemplo, en algo básico dentro del «Liderazgo» como es «aprender a participar». ¿Se aprendre a participar? Tal como indica el Grupo de Trabajo de la CASC_CAT (Coordinadora para la Animación Sociocultural de Cataluña), «saber participar solo se puede aprender participando: desde las primeras instituciones educativas y la infancia, hasta otros círculos sociales. El aprendizaje vivencial de la participación se lleva a cabo de manera más significativa en modelos de alta participación, como el asociacionismo». (“Intervenció Socioeducativa en Joves”, 2017). Y aquí es donde entramos de lleno en la especificidad de un marco como las instituciones de Educación en el Tiempo Libre para identificarlas como escuelas de participación y liderazgo ético en y con valores sociales.

Y no solo eso, sino que en la actualidad, gracias al ingente esfuerzo de investigadores sociales como Txus Morata, con datos fehacientes, nos permite afirmar que las instituciones de Tiempo Libre Educativo transforman comunidades y personas, aumentando los niveles de participación ciudadana, promoviendo liderazgos horizontales y construyendo redes de apoyo social. Todo esto da como resultado un mayor grado de cohesión y compromiso social en los territorios donde hay presencia de estas instituciones («Ocio educativo, y acción sociocultural, promotores de participación y cohesión social», Morata, T.; ALONSO,I; PALASÍ, E; BERASATEGUI, N_2023).

La cohesión social, la gran olvidada

Pues, si tenemos instituciones de tiempo libre educativo que profundizan y sirven a un valor tan importante como la «Cohesión Social», ¿cómo es que es uno de los grandes olvidados a la hora de emprender decisiones políticas? Tal como señala la doctora en Ciencias de la Educación Anna Jolonch en una entrevista (Diari de l’Educació, 26/05/2023), las actividades extraescolares son uno de los principales factores de desigualdad: «No todos pueden hacer música, danza, actividades culturales o de ocio… Mucha gente no tiene acceso a esta educación y, sin embargo, sabemos que es un factor de éxito enorme y es un factor de educación. Falta más igualdad de acceso, porque hemos mejorado mucho en la igualdad de acceso a la escolarización obligatoria, pero no en el ocio. Y el ocio, además, es un factor clave para educar con valores, con ciudadanía. La educación debe ser, no solo encontrar un trabajo, debe ser educar personas con ciertos valores para que puedan trabajar por el bien común».

Educación 360

Hemos intentado comenzar con una pregunta obvia, como si podemos aprender a ser líderes, para terminar constatando la falta de apoyo que tienen las instituciones con esta función: la de proponer plataformas para el aprendizaje de valores sociales.

Las instituciones de Tiempo Libre Educativo deben ser respaldadas y sentirse respaldadas dentro del marco más amplio de las políticas educativas con un trasfondo social. Y, es por eso, que queremos concluir el artículo haciéndonos eco de la importancia de programas como «Educación 360» que ponen el foco en impulsar políticas y actuaciones que favorezcan el acceso a actividades fuera de las instituciones educativas obligatorias. Un sentido más global de la educación y un enfoque especial para las instituciones de ocio educativo nos permitirá liderazgos mucho más alineados con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, liderazgos «éticos».

En todos los ámbitos de la actividad humana (política, deporte, religión, familia, educación, etc.) pueden darse condiciones para liderazgos «éticos», pero tenemos suficientes evidencias para pensar que el Tiempo Libre Educativo, por su proximidad a ciertos valores éticos, aporta un «plus» a la hora de velar por el compromiso y la cohesión social.

Y, ahora sí, para concluir, si me permites la licencia de intercambiar algunas palabras de la maravillosa canción de «Radio Futura», quizás estemos más cerca de lo que hemos querido argumentar: hace falta calor, ven a la escuela de valores. Aunque es mejor no malinterpretarlo y que los «negacionistas» del cambio climático no lo tomen como bandera.